sábado, diciembre 16, 2006

EJERCITANDO NUESTRA MENTE

¿Cómo se llama esa película en la que sale esta artista que
es guapísima, .. ¡Sí, hombre!, la alta, de pelo chino, que
salió una vez con este actor maravilloso... que se llama...
que salió en una obra de teatro muy famosa... ¿ya sabes cuál
digo, no?

Así comenzamos. A partir de los treinta años, por lo
general, empiezas a notar que tienes pequeños olvidos: ¿Cómo
se llama este muchacho? Lo conozco muy bien... ¿A qué hora
era la cita, a las 5:00 o 5:30? ¿Esto cómo me dijeron que
funcionaba? Mis llaves... ¿dónde las dejé? ¿En qué piso me
estacioné? Pero nada como cuando exclamamos ¡Me robaron el
coche! , sin darnos cuenta de que salimos por la puerta
equivocada del centro comercial.
Aunque estos pequeños olvidos no afectan nuestra vida, nos
producen ansiedad. Con terror, pensamos que el cerebro
empieza a convertirse en gelatina y nos preocupa quedar como
la Tía Anastasia, que recuerda con lujo de detalle todo
acerca de su niñez en Morelia, pero no puede acordarse de lo
qué hizo ayer o esa misma mañana.
Si esto te suena familiar, no te preocupes, hay esperanza.
Existen muchos mitos en los que las personas equivocadamente
relacionamos la edad con la falta de memoria. Los
neurocientíficos han comprobado que no necesariamente tiene
que ser así, que las células se regeneran en el cerebro de
los adultos y que, al contrario de lo que se pensaba, la
pérdida de memoria no se debe a la edad o a que las neuronas
se mueran, sino a la reducción en número y complejidad de
las dentritas (ramas de las neuronas que, a través de la
sinapsis, reciben y procesan la información de otras células
nerviosas).
Esto sucede por una sencilla razón: falta de uso. Es muy
sencillo, así como se atrofia un músculo sin uso, las
dentritas también se atrofian si no se conectan con
frecuencia, y la habilidad del cerebro para meter nueva
información se reduce.
Es cierto, el ejercicio ayuda mucho a alertar la mente;
también hay vitaminas y medicinas que aumentan la
transmisión sináptica y fortalecen la memoria, sin embargo,
nada como hacer que nuestro cerebro fabrique su propio
alimento: las neurotrofinas.
Las neurotrofinas son moléculas que producen y secretan las
células nerviosas, y actúan como alimento para mantenerse
saludables tanto a ellas como a las sinapsis. Entre más
activas estén las células del cerebro, más cantidad de
neurotrofinas producen; esto genera más conexiones entre las
distintas áreas del cerebro.

¿Qué podemos hacer?

Lo que necesitamos es hacer pilates con las neuronas:
estirarlas, sorprenderlas, sacarlas de su rutina y
presentarles novedades inesperadas y divertidas a través de
las emociones, del olfato, la vista, el tacto, el gusto y el
oído. Además, retarlas con crucigramas, juegos como
rompecabezas o ajedrez.

El resultado? El cerebro se vuelve más flexible, más ágil, y
su capacidad de memoria aumenta.
Al leer esto, probablemente pienses Yo leo, trabajo, hago
ejercicio y mil cosas más durante el día, así que mi mente
debe estar muy estimulada.

La verdad es que la vida de la mayoría de nosotros se lleva
a cabo dentro de una serie de rutinas. Piensa en un día o
semana promedio. ¿Qué tan diferente es tu rutina de la
mañana, tu ruta hacia el trabajo, la hora en la que comes o
regresas a la casa? ¿El tiempo que pasas en el coche? ¿El
tiempo y los programas que ves en la televisión?
Las actividades rutinarias son inconscientes, hacen que el
cerebro funcione en automático; requieren un mínimo de
energía y las experiencias pasan por las mismas carreteras
neuronales ya formadas tiempo atrás. No hay producción de
neurotrofinas.

Algunos ejercicios que expanden sustancialmente las
dentritas:

1- Báñate con los ojos cerrados. Sólo con el tacto, localiza
las llaves, ajusta la temperatura del agua, busca el jabón,
el shampoo o crema de rasurar. Verás cómo tus manos notarán
texturas que nunca habías percibido.
2- Utiliza la mano no dominante. Come, escribe, abre la
pasta, lávate los dientes, abre el cajón con la mano que más
trabajo te cueste usar.
3- Lee en voz alta. Se activan distintos circuitos que los
que usas para leer en silencio.

4- Cambia tus rutas. Toma diferentes rutas para ir al
trabajo, a tu casa.

5- Cambia tus rutinas. Haz cosas diferentes. Sal, conoce y
platica con personas de diferentes edades, trabajos e
ideologías. Experimenta lo inesperado. Usa las escaleras en
lugar del elevador. Sal al campo, camínalo, huélelo.

6- Cambia las cosas de lugar. Al saber dónde está todo, el
cerebro ya construyó un mapa. Cambia, por ejemplo, el lugar
del bote de la basura; verás la cantidad de veces que
aventarás el papel al viejo lugar.

7- Aprende una habilidad. Cualquier cosa; puede ser
fotografía, cocina, yoga, computación, estudia un nuevo
idioma. Si te gusta armar rompecabezas o coches, tápate un
ojo para que pierdas la percepción de la profundidad, por lo
que el cerebro tendrá que confiar en otras vías.
8- Identifica las monedas. Pon en tu coche una taza con
varias monedas diferentes y tenlas a la mano para que,
mientras estás en el alto, con los dedos trates de
identificar la denominación de cada una.

9- Peinate, báñate y lavate los dientes con la mano derecha
(o izquierda si eres zurdo)

10- Cambia tu mouse al lado contrario de donde lo usas
comúnmente.

Por qué no abrimos la mente y probamos estos ejercicios tan
sencillos que, de acuerdo a los estudios de Neurobiología
del Duke University Medical Center, amplían nuestra memoria?
Con suerte, nunca más volveremos a preguntar: ¿Dónde dejé
mis llaves?